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Artículo

“Neuroeducación, Malestar Psíquico y  Pedagogía del Nuevo Paradigma Cognitivo Transdisciplinario: Una Visión Crítica/Reflexiva.”

Por:

Prudenciano Moreno Moreno.

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Doctorado en Economía de la Ciencia (UNAM)

Investigador T/C en Políticas Educativas.

Universidad Pedagógica Nacional .Unidad Ajusco, CDMX

pmoreno@upn.mx

Diciembre 2020

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Resumen

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En este escrito, se exploran el significado pedagógico de las neurociencias (NC) y neuroeducación (NE) en el marco del debate de los dos grandes paradigmas cognitivos del siglo XXI: el antiguo, denominado como materialismo científico y el nuevo, conocido como paradigma transmoderno transdisciplinario de la conciencia.

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Palabras Clave

Paradigma Cognitivo, Neuroeducación, Neurociencia, Consciencia, Mente.

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Introducción

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En este escrito, se exploran el significado pedagógico de las neurociencias (NC) y neuroeducación (NE) en el marco del debate de los dos grandes paradigmas cognitivos del siglo XXI: el antiguo, denominado como materialismo científico y el nuevo, conocido como paradigma transmoderno transdisciplinario de la conciencia.

Para lo cual es importante distinguir entre MENTE y CONSCIENCIA conceptualmente. La primera son los pensamientos o contenido de la consciencia; la segunda es una cualidad del cosmos universal impregnada de energía, inteligencia trascendente, propósito y significado y comunicación para la praxis humana y fuente creadora de realidad objetiva y subjetiva.

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Los neurocientíficos materialistas creen que la mente está contenida en el cerebro, que es su producto; pero el ala neurocientífica de la consciencia argumenta que la mente atiende el dominio del significado. El físico-matemático Roger Penrose ha explicado que las computadoras y el cerebro – al ser instrumentos materiales – no pueden procesar significados, pues ellos están fuera del mundo material. Descartes unió mente y consciencia en una sola cosa, de ahí parte una confusión que se mantendrá en el hegemónico materialismo científico occidental, exacerbado por haber agregado que el cerebro contenía la mente, tal como una caja de T.V. contiene las imágenes y sonido que proyecta al público.

Si el cerebro no es la fuente de la intencionalidad y la creatividad, ¿entonces cuál es?: esa es la consciencia, un campo de no-localidad en el espacio/tiempo, que la física ha denominado como “campo cuántico” y la filosofía perenne como “magna presencia del ser sagrado viviente” o también “orden implicado cósmico”; entre una multiplicidad de denominaciones.

Las implicaciones que tienen ambos paradigmas son radicalmente diferentes, pues el materialismo cognitivo abandonó el propósito central del conocimiento: el desarrollo humano y la búsqueda de la verdad del alma y el espíritu, el significado del ser y el vivir; y se inclinó por el desarrollo de los “péndulos” o estructuras económicas, sociales, tecnológicas y políticas. (Zeland, 2010)

Haciendo que cada día la sociedad se vuelva más “externa”, más deshumanizada, más mundana y comercializada. La pedagogía del nuevo paradigma de la consciencia, en tanto discurso educativo de la transmodernidad y la convergencia cognitiva interdisciplinaria, tiene la misión de llamar la atención del mundo educativo para que reconozcamos la necesidad de reinscribir a la pedagogía como parte integral del nuevo paradigma cognitivo.

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Desarrollo

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  1. Líneas Históricas Filosóficas de los Paradigmas Cognitivos

Un Paradigma cognitivo es un “Zeitgest” (un espíritu de época), ello es, un conjunto de creencias, percepciones, sensibilidades y actitudes consideradas como vigentes en una época; que también incluye, valores, mitos, costumbres, conductas y hábitos socioculturales.

En el siglo XXI existe un claro conflicto y confrontación de dos grandes paradigmas: el derivado de los procesos de las modernidades de 1492 al 2019, y el abierto por los nuevos conocimientos inter y transdisciplinarios de las últimas 3 décadas de globalización y apertura cognitiva transmoderna. El primero es el resumido en su denominación como “Materialismo Científico” y el segundo como de “Convergencia Cognitiva basado en la Consciencia”.

Si trazáramos líneas de tiempo tendríamos que en su nacimiento el materialismo científico tuvo grandes aciertos pues obligó a la teología feudal a retirarse de la hegemonía cognitiva, al haberse apoderado de ella, sin pruebas empíricas ni teóricas sobre el funcionamiento del mundo y la vida, esto a base de imponer una política cognitiva terrorista sobre la población, con pura especulación derivada del dogma eclesiástico y de la autoridad de la amenaza de su santa inquisición.

G. Minois (2016), ha señalado que la historia entre religión institucionalizada y ciencia ha sido de confrontación, debido al pacto político que dio origen al clero católico y al origen pagano de la ciencia. A partir de San Agustín, la iglesia adopta la ciencia como rama auxiliar de la teología; pero los intentos medievales por construir una ciencia independiente fracasan por la cerrazón cognitiva del clero a los grandes visionarios de la primera modernidad (1492-1789) como lo son Copérnico (1473-1543), Bruno ( asesinado en 1600)  y Galileo (condenado en 1633); curiosamente de esa derrota de los científicos por la reacción católica, surge el prestigio social de la ciencia y el desprestigio de las religiones.

Galilei reivindicó la autonomía de la ciencia para descifrar el campo abierto de la naturaleza; después en la segunda modernidad (1789-1945) la iglesia continuó condenando la física mecanicista de Descartes (del siglo XVII), el atomismo, la teoría de la evolución de Darwin y los descubrimientos de la geología y la prehistoria que contradecían la cronología bíblica. La condena a la modernidad en 1907, marcó el apogeo de su estancamiento (Minois, 2016)

Y Aunque la divergencia entre ciencia y religión ha continuado en la tercera (1945-1989) y cuarta modernidad (1989-2019); otro conflicto cognitivo de mayor relevancia ha surgido al interior de la misma ciencia entre los 2 paradigmas cognitivos aludidos. El materialismo científico, que ha hegemonizado el concepto de ciencia moderna es señalado por otro autor (Braden, 2011), nace en 1687 con la publicación de Isaac Newton de Principios matemáticos de la filosofía natural, durante más de 200 años, los registros sobre la naturaleza que él hizo, representaron los cimientos de la ciencia física clásica y la teoría de la gravedad.

Después vinieron las teorías de la electricidad/magnetismo (sigo XIX), la relatividad de Einstein (siglo XX); todo muy productivo pues se lograron grandes avances, como calcular la órbita de los satélites y enviar personas a la luna. Pero una corriente de pensamiento filosófico iniciada en la segunda modernidad, con el positivismo de Augusto Comte en 1832, estableció que ciencia es solo lo positivo (lo puesto por delante) es decir los hechos de la realidad, como si tales hechos tuvieran solo una faceta exteriormente visible y cuantificable empíricamente. Esta filosofía reduccionista, iniciada al calor del debate contra la filosofía negativa mucho más avanzada de G.F.W. Hegel, se desarrolló después en varias secuelas de esta línea de razonamiento.

Como el surgimiento en Leipzig de la psicología experimental de William Wundt y la empírica de Edward Titchener, que abrieron caminos para estudios de la mente en postulados muy cuestionables positivistas de psicología, filosofía y una protoneurociencia entrecruzadas (Giardini, 2017). La filosofía positivista va a impactar en la formulación de criterios metodológicos para el paradigma científico materialista que con el paso de las modernidades fue degenerando en reglas rígidas y cerradas al pensamiento innovador.

“El primer criterio fundamental se centra en el empirismo y la objetividad: la ciencia solo puede estudiar fenómenos empíricos y objetivos -es-decir- confirmados por la experiencia-y descubrir las relaciones que se establecen entre sí.  Así, no podemos formular teorías sobre temas metafísicos o especulativos, ni podemos detenernos en aspectos subjetivos de la experiencia” (Giardini, 2017: P.37)

La línea del pensamiento va del empirismo (siglo XVII), al positivismo comtiano (siglo XIX), el positivismo lógico o círculo de Viena (1930), conductismo (1930-1960), el estructuralismo y constructivismo (1940-1990) a las neurociencias y neuroeducación (1980-2019); por una vertiente. Por otra, desarrollada en las ciencias naturales, particularmente en la física (ahora transformada en cuántica); los hechos estudiados desde el punto de vista del materialismo científico, ya no podían ser explicados con esta lógica. Pero las neurociencias como un todo y su parte, como lo es la neuroeducación, se presentan hoy en día como la última generación del pensamiento positivista, pese a lo bien intencionado de su fundador en los comienzos.

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  1. Surgimiento de las neurociencias (NC)

A principios del siglo XX, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) recibió el Premio Nobel de Medicina en 1906 por su obra sobre la estructura del sistema nervioso y los mecanismos que gobiernan la morfología y procesos conectivos de las células nerviosas (la doctrina de la neurona) del tejido cerebral celular; entre 1897-1904 publicó su obra magna: Histología del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, descubriendo la “hendidura sináptica”, un microscópico espacio que separa las neuronas; pero que sugería comunicación entre mensajeros químicos y las neuronas, que sentó las bases del estudio de los neurotransmisores (https://es.wikipedia.org/wiki/santiago-Ramón_y_Cajal).

De aquí parten las neurociencias modernas, pero ellas ya no son” …el sosegado afán científico que empujó a Cajal y otros investigadores como él, y hoy forman parte de una colosal empresa tecno científica financiada con fondos públicos – incluidos los destinados al ejército – y por la industria farmacéutica, y abarca todos los aspectos de nuestra vida” (Rose, 2016; P.XI)

Los críticos las consideran prodiscurso empresarial de subjetividad neoliberal donde lo humano se reduce a su mínima expresión, calculando y disciplinando todo; es el neoliberalismo como régimen de colonización de la subjetividad taponeando con ciencia y tecnología materialista el lugar de la falta estructural del sujeto (incluyendo una visión transpersonal) y de lo social, con lo cual se conduce a la persona a la angustia y ansiedad existencial (Revista la Ciudad, 2019).

Sus postulados intimidantes son: apelar al materialismo científico, convertir intereses económicos y políticos en conocimientos “neutros” y lanzar el reto interrogativo: ¿quién se atreve a contradecir a la ciencia?; claro, sabemos que se refieren no a la ciencia en general, sino a su paradigma científico mecánico materialista unidimensional fetichizado como amo de la civilización; con su investigación cerebral como una renovada oferta de “espejitos” de colores.

El paradigma entiende a las NEUROCIENCIAS (NC), como el conjunto de disciplinas que estudian estructuras, funciones y patologías del sistema nervioso, pretendiendo establecer las bases biológicas que explican conductas y trastornos mentales; por lo cual las NC se proponen fabricar la construcción biosocial del sujeto adaptado al circuito neuronal, portador (en el ámbito emotivo) de amores calculados y angustias medicadas, a nombre de una supuesta salud mental de receta y protocolo.

Los analistas sociales, en este sentido, han cuestionado, por ejemplo, las hipótesis del neurocientífica argentino Dr. Facundo Manes quien afirmó: “El amor más que una emoción básica es un proceso complejo basado en un circuito neuronal; sosteniendo que el tamaño de la pupila influye en la atracción que podemos provocar en el otro” (https:redfilosofíadeluruguay.wordpress.com)

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Sorprende que los seguidores de esta corriente ideológica, cobijada por el materialismo científico positivista intenten presentar el reduccionismo anacrónico de las NC, como ultramodernas, presentando el añejo postulado de reducir al sujeto a un mero epifenómeno de la corteza cerebral, por el descubrimiento de la neurona por Ramón y Cajal a fines del siglo XIX y principios del siglo XX; pese a que desde 1895 Sigmund Freud ya alertaba que esa disciplina era estéril para investigar lo psíquico, recordando que el psicoanálisis realizó un descubrimiento de mayor trascendencia: el inconsciente (Idem), y la psicología transpersonal ha establecido que los métodos de medicación sólo intentan anestesiar y silenciar el sufrimiento (Maa, 2016; Cohen, 2016)

Las NC están como el chiste del borracho que busca las llaves que perdió en lo obscuro, bajo la luz del poste alumbrado, por considerar que no tiene pistas para buscar en territorio desconocido; pues prefiere reducir al sujeto a consecuencias del funcionamiento neuronal y su sinapsis; desconociendo los factores psíquicos, sutiles, sociales y espirituales implicados en la investigación de la consciencia.

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Pues las NC se mueven en una vertiente lógica temporal que arranca desde la primera versión sistemática y explícita del positivismo Comtiano (1832), continuando con el positivismo lógico o círculo de Viena (1930), el conductismo, cognitivismo, funcionalismo, estructuralismo, teoría de sistemas, capital humano y educación basada en competencias (1940-2000), hasta llegar a la remasterización de todos los elementos que intentan desconocer la consciencia como los enfoques de las NC entrelazados con la NTIC (Nuevas tecnologías de la información y la comunicación)  y el capital digital.

Haciendo del cerebro el depositario y archivo del aprendizaje, pensamiento y toma de decisiones; pero también del amor, enamoramiento, pasiones, emociones positivas y negativas, así como la memoria y la consciencia.  Promoviendo proyectos macro en NC de 6000 millones de euros, respaldados en el uso de NTIC y miles de artículos de investigación dentro de la parafernalia del materialismo científico, bajo el signo de las NEUROTECNOCIENCIAS como fusión de genómica, informática, neuroeducación, microelectrónica, economía neoclásica, NTIC, biotecnología y capital digital. (Rose, 2017)

Impulsando que las demandas económicas empresariales desarrollen las tecno neurociencias como fuente de innovación tecnológica y el mundo de los negocios: pero a costa de una conclusión muy simplista que intenta diluir un debate de siglos: la mente y la consciencia como epifenómenos de un órgano fisiológico denominado cerebro.

Las NC representan una hiper-instrumentalización de la ciencia occidental antecedida por Rene Descartes, quien desde 1630 consideraba que la glándula pineal del cerebro era el punto de unión entre mente y cuerpo; de aquí data un esbozo antecesor de la interdisciplina: la filosofía interesada en la mente y la biomedicina interesada en las funciones cerebrales. Dos siglos después la “frenología”, o pseudociencia de averiguar temperamento, habilidades y facultades o disfuncionalidades de pensamiento palpando irregularidades del cráneo tuvo impulso, pero después se le trató como mera charlatanería.

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  1. Desarrollo Moderno de las NC y el Materialismo Científico

Pero las NC modernas nacen en la década del 60 del siglo XX con el Programa de Investigación que uniría cerebro/comportamiento de un grupo del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) encabezado por el fisiólogo Frank Schmit y su “Neuroscience Research Program”, este sería la ciencia del cerebro, para intentar descubrir cómo el cerebro producía mente, sensaciones, memoria y “yo”. Ello con buena dosis de financiamiento.

“La neurociencia estaba despegando, y ya no había vuelta atrás. Desde su fundación varios centenares de miembros en 1969, la US Society of Neuroscience ha crecido hasta convertirse en la actualidad en un poderoso gigante, cuya reunión anual atrae unos 40,000 investigadores de todo el mundo… los americanos siguen siendo mayoría… el reduccionismo triunfará… no somos más que un montón de neuronas” (Rose, 2016, p.11). Ello significa que la mente se reduce al cerebro y sus fluctuaciones de flujo constante de los neurotransmisores entre los miles de millones de conexiones que juntan las neuronas.

El cerebro como tomador de decisiones, más allá de la persona, su contexto, su historia, su epistemología y ontología; más allá de las 5 grandes interrogantes de la filosofía perenne: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿por qué estamos aquí? y ¿ de qué estamos hechos?; en vez de la visión del cientificismo materialista mecánico de que el amor, sufrimiento y moralidad son tan solo un software dentro del cerebro computacional (Crick, 1994; Sample, 2015; Vidal, 2009 y Waldrop, 2012)

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Los Rose (2016) señalan como ejemplos relevantes del espíritu de época de las NC, los siguientes libros para consumidores creyentes del materialismo científico: Churchland. The computational brain, Gazza Niga. El cerebro ético.; Ramachandran. The Tell-tale Brain;. Ledoux. El cerebro emocional y Levay. El cerebro Sexual. Pues ellos confían el conocimiento neuro de la mente, será nueva fuente de poder. Ello ha acercado a la psiquiatría y la neuroquímica, bajo la premisa de que la inestabilidad mental es provocada por un desequilibrio químico en el cerebro.

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Entonces las NC se propusieron descubrir cómo una molécula alterada puede convertir la mente en patológica, lo cual es un argumento circular, pues se podría decir que la molécula se altera, por una mente patológica, sin investigar nada de ambos factores en realidad y quedando todo en el misterio. Ello permite que la industria farmacológica fomente programas de investigación que permita a los psicofarmacólogos, dar con la fabricación de una substancia que restaure el cerebro y la mente a su buen estado; con la creciente tendencia a medicar cualquier malestar psíquico provocado, no por supuestas moléculas, sino por las adversidades sociales de la vida y la ausencia de una formación educativa de base amplia, que dé cuenta de las pluridimensiones física, intelectual, psíquica, ética, estética y espiritual del ser humano.

Tal formación socioeducativa amplia ha sido usurpada por el mecánico paradigma científico materialista y su versión reduccionista extrema representada en los objetivos de aislar ciertas moléculas para diagnósticos psiquiátricos sustentados en la clasificación del Manual de diagnósticos estadísticos de los trastornos mentales (DSM, Diagnostic and statical manual) de la Sociedad Americana de Psiquiatría de 1950. Lo cual ha impactado en diagnosticar como enfermos psiquiátricos a quienes sufren depresión, manías, esquizofrenia, angustia, ansiedad, tristeza, desesperación y otro conjunto de desequilibrios catalogados como típicas sobras del alma y falta de conexión con las dimensiones sutiles y espirituales que darían cobijo al ser, y que la psicología transpersonal ha venido enfatizando sobre la necesidad creciente de formar antropológica y filosóficamente en estas áreas tabú de los sistemas educativos convencionales hipermodernistas técnico funcionales únicamente.

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En vez de favorecer el desarrollo del ser humano, los péndulos (Zeland, 2012) o estructuras económicas corporativas de las industrias farmacéuticas , de los seguros médicos y la psiquiatría han hecho una alianza con el poder político e ideológico de las sociedades para potenciar a los mismos péndulos, sin importarles la desgracia y el dolor del ser humano que no encuentra salida en los laberintos y las cortinas de humo disfrazadas de conocimientos verdaderos que les ofrece el materialismo científico, como cómplice ideológico de tales péndulos, y en ocasiones el mismo, convertido en un péndulo social e ideológico.

De tal manera que en los años 90 el Prozac de la farmacéutica Eli Lilly fue encumbrado como “la pastilla de la felicidad”, el antidepresivo más popular del mundo, con 650,000 prescripciones al mes y una facturación de 350 millones de dls. al año, pese a sus reacciones adversas, que incluían violencia y suicidio, unido a las de su contrincante Paxil (de Glaxo Smith Kline); las ventas globales de los psicotrópicos llegaron a los 76,000 millones de dls. al año en los 90, hasta que sus patentes expiraron y sus precios disminuyeron. En el transcurso de ese boom, las corporaciones farmacéuticas fueron potente fuente de financiamiento para la neurociencia molecular (Rose, H. y S. Rose, 2017)

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Según la OMS los problemas psíquicos iban en aumento hablándose de una epidemia de depresión mundial, que abarcaba gente de todos los rangos de edad. El Instituto de la Juventud de la Ciudad de México, tan sólo en esta ciudad, dio la cifra de más de 2,300 jóvenes capitalinos que no se suicidaron en 2018, gracias a que acudieron al Hospital de las Emociones y también más de 43 000 jóvenes fueron atendidos por ansiedad, estrés, apatía y depresión por problemas escolares, violencia de pareja, pésimas relaciones con los demás incluida la familia, mal desempeño escolar. “El principal grado de vulnerabilidad, y no sólo en jóvenes, no tiene que ver con cuánto se gana, sino como se sienten emocionalmente; señaló la directora del Hospital de las Emociones, María Fernanda Olvera” (Ramírez, 2018)

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  1. Las Mega Neurociencias

En 2011, en un intento de incrementar el financiamiento de la neurociencia, el Consejo Europeo del Cerebro, calculó que en Europa el 38% de la población (165 millones de personas) sufrirían de patologías mentales, lo que supondría en costo anual de 800, 000 millones de euros o el 24% del presupuesto de salud del continente. (H. Rose y S. Rose, 2017).

Mientras que el primer proyecto de Mega NC, llegó por la biología en la revolución genética del Proyecto Genoma Humano (PGH) con un costo de 3000 millones de dls. con el propósito de secuenciar los 3000 millones de bases de ADN, financiado centralmente por USA y el Welcome Trust Británico, permitiendo la fusión de la genética con la tecnología digital; a la par se producía el Proyecto Cerebro Humano (PCH) de la UE con 1,200 millones de dls. para descodificar el cerebro dentro del emblemático Programa Horizonte 2020 de Tecnologías Emergentes y del Futuro de la Unión Europea (UE).  El PCH se inició con la premisa de que el cerebro es la máquina procesadora de información más sofisticada del mundo, pero que funciona con mecanismos aún desconocidos, pero muy diferentes de los ordenadores. El objetivo era unir NC, medicina e informática.

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Con la intención de obtener un modelo informático que simulara al cerebro para el 2023, con la colaboración de IBM. Después de la UE, se integró al PCH, USA con el objetivo de tratar todos los patrones y conexiones neuronales (el CONECTOMA) entre los 70 000 millones de neuronas cerebrales de un ratón; ello alentó a ciertos medios de prensa a adelantar la posibilidad de revelar el origen de las patologías mentales; pero otros neurocientíficos, por fortuna permanecieron escépticos.

Barack Obama prometió 3,000 millones de dls., que fue incrementado a 4,500 en 2014 para el Proyecto BRAIN (Brain Research for Advancing Innovative Neurotechnologies). El proyecto era financiado por la agencia federal norteamericana, el Instituto de la Salud y las fuerzas armadas (DARPA). Los intereses de la Agencia de Investigación de Proyectos de Defensa Avanzada (DARPA) se centran en intereses de neuroprostética (NC e ingeniería biomédica para desarrollar prótesis neurales asistidas por ordenador) para asistir soldados que regresan de las guerras con problemas motrices y mentales, unos 300,000 en USA desde el 2000.

Los proyectos del Big Brain se comparaban con el Manhattan, del Alunizaje y el bosón de Higgs; Japón en 2014 y China en 2016 no tardaron en lanzar sus propios proyectos cerebrales, al igual que Microsoft quien lanzó Big Neuron.

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  1. La Neuroeducación y el Neoliberalismo Económico

Por otro lado, la unión de la NC con la política social económica neoliberal se vio reflexada en el gobierno laborista en 2008 con la publicación del informe Foresight. Capital mental y bienestar. Como sacar lo mejor de nosotros mismos en el siglo XXI, orientado a la productividad y los valores de la economía neoliberal, capitalizando los recursos cognitivos de los ciudadanos, mediante la ideologización temprana de la NC para cambiar las mentes.

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Ya desde un año antes, en el 2007, la OCDE ya recomendaba la neuroeducación (NE) como la base científica del aprendizaje, impulsando el estudio del cerebro como política educativa, entonces la NC educativa generó más de 34 millones de visitas como palabra clave en google. Una industria en auge, la MBE (Mind Brain Education), revistas y artículos de investigación impulsaban un mercado para la NE, donde los profesores recibían más de 70 mensajes anuales por empresas de NE que les ofrecían cursos y productos, prometiendo el mejoramiento de la enseñanza; para muchos docentes esta ola de NE corre el riesgo de convertirse en un acto de imperialismo cultural (H. Rose y S. Rose, 2017). Desconociendo las teorías educativas de los transmodernos (Inteligencias múltiples de H. Gardner, escuela del sujeto de A. Touraine, enseñanza situada de F. Díaz-Barriga y espiral dinámica de K. Wilber); los hipermodernistas funcionales de la OCDE (2010) establecen que los estudiantes con bajo nivel matemático son más propensos al desempleo, la depresión y problemas con la justicia; pretextos para lanzarles fármacos y dispositivos electrónicos que mejoran el aprendizaje, desarrollando una alianza entre capital humano, NE, oferta de NTIC y capital mental/capital digital; esto es la visión “accolatory” (funcionalista) del uso benéfico de la NTIC en educación como vía esencial para la mejora de la calidad, una visión tecnocéntrica muy ingenua.

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En los años 60 del siglo XX un pariente químico cercano a la metanfetamina (el Ritalin) se comenzó a recetar en USA para la Disfunción Cerebral Mínima – hoy llamada Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad – TDAH; al cual se le recetó Adrerall (anfetaminas) que facilita el centramiento de la atención tengan o no, los estudiantes el TDAH.

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  1. El Paradigma Cognitivo Transmoderno de la Consciencia

El análisis, visión, reflexión y crítica a la problemática implicada en las neurociencias y la educación en pleno siglo XXI; se necesita situarlo en el contexto contemporáneo del surgimiento, desarrollo y actualidad de un nuevo paradigma cognitivo: el paradigma transmoderno interdisciplinario de evolución de la consciencia, el cual paulatinamente cobra relevancia de primer nivel frente al que le precedió: el del materialismo científico, conocido también como paradigma cartesiano/newtoniano por sus brillantes exponentes clásicos fundacionales de la primera modernidad (1492-1789)

“… esta visión del mundo propone que todo existe meramente como un fenómeno de la materia… no obstante las paradojas implícitas en esta visión nunca fueron resueltas. Sería ya en las décadas de 1980 y 1990 cuando el materialismo científico comenzaría a ser sometido a un escrutinio serio por parte de la comunidad científica” (Goswami, 2018)

El materialismo científico se fue convirtiendo en hiperinstrumentalismo en las ciencias naturales de la salud, ingeniería, tecnologías, sociales y la psicología fue transformada en neurocognitivismo en esta visión. Sin embargo, la reactivación de una tradición cognitiva más compleja e interesante que se mantuvo soterrada por milenios y otra más reciente liderada por el origen y desarrollo de la física cuántica en la versión de la escuela de Copenhague (Niels Bohr) y las matemáticas cuánticas que establecieron el principio complementario de la realidad como onda/partícula, han detenido el avasallamiento cognitivo del reducido paradigma mecanicista materialista.

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La respuesta a la paradoja de la dualidad onda/partícula, en lo teórico y experimental está en el descubrimiento de que la realidad es cuántica y los objetos son ondas de posibilidad que residen en un dominio ontológico externo al espacio/tiempo designado como DOMINIO DE POTENCIALIDAD. Ello supone un plano en 2 niveles: no solamente la realidad única espacio temporal del materialismo, sino otro nivel “de potencialidad” relativa a la consciencia.

En el dominio de la potencialidad todo se conecta instantáneamente, pues tal dominio es una única entidad; en el artículo científico de 1989 “El universo autoconsciente”, Goswami (2018) mostró que ese dominio es “nuestra consciencia”, no la consciencia ordinaria del ego, sino la consciencia superior en la cual todos somos uno. La primera consciencia es la manifiesta de la separatividad del ego (entre sujeto/objeto); mientras que la segunda: la superior única, mediante una elección consciente se transforma una onda de posibilidad en partícula de actualidad.

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Surge así, un nuevo campo cognitivo: la investigación de la consciencia compartido por una impresionante cantidad de áreas de estudio y autores transdisciplinarios: Deepak Chopra (2017) Lipton y Bhaerman (2012), Lanza y Berman (2012), Frances Prim (2015), Lynn Mc Taggart (2009), E. Herr (2012), R. Penrose (2006), D. Radin (2009), R. Sheldrake (2013), Teilhard de Chardin (1985), R. Barrett (2010), F. Capra (2012), Arntz, W. (2006) y un sinfín más, que hacen suponer que el nuevo paradigma cognitivo inter y transdisciplinario sobre la consciencia será la visión ontológica más trascendente para el futuro de la ciencia.

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¿Qué es la consciencia? Contestar requiere, no una definición sino un recorrido explicativo a la pregunta más compleja del nuevo paradigma cognitivo, pues implica conectarse con otras interrogantes difíciles: ¿qué significa ser humanos?,¿existe Dios, el amor, la libertad, la justicia, la verdad?, etc., etc.  Interrogantes que encuentran mutismo en el antiguo paradigma científico materialista.

Por ejemplo, para un médico la consciencia puede ser lo opuesto de estar en coma, y también se suele confundir como lo mismo, la consciencia y los contenidos de la misma. El nuevo paradigma de la consciencia es vital para integrar un poder muy grande en la vida cotidiana de las personas; aparte que no se puede comprender la física cuántica si no se introduce esta megacategoría en su ecuación.

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Pero el materialismo científico ha hecho también grandes aportes por lo cual no se trata de olvidarlo, sino integrarlo y fusionarlo con el de la consciencia, pues su continuación sin contrapesos cognitivos trascendentes ha desembocado en lo que el postmodernismo vanguardista denomina como el sujeto con un aparato psíquico condicionado hacia el rendimiento instrumental y en una sociedad del cansancio (Chul Han, 2018)

Ya que en ideas de Byung Chul Hang (2018) toda época tiene sus enfermedades emblemáticas: la época bacterial tocó a su fin con el descubrimiento de los antibióticos; pero la patología del siglo XXI no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. “Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome del desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo… Estas enfermedades… son… por un exceso de positividad” (Chul Han, 2018: P. 13)

El autor citado agrega la reflexión de que, el hecho que un paradigma sea de forma expresa elevado a objeto de reflexión es a menudo una señal de su hundimiento, pues desde hace años está llevando a cabo de manera aparentemente inadvertida un cambio de paradigma. Para Henry Stapp (2004) el progreso de la ciencia se ha visto frenado al imbuir en las nuevas generaciones un concepto falso de la naturaleza de la realidad y la perniciosa idea filosófica de que el hombre está compuesto de materia solamente.

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Ello ha repercutido en la visión de las relaciones entre cerebro y consciencia y sus 3 modelos materialistas y reduccionistas como los siguientes: A) el materialismo monista basado en la premisa de que todo es materia, como el cerebro está compuesto de neuronas que experimentan procesos físicos y químicos, se cree que eso explica la conciencia como epifenómeno, pero como una ilusión; B) el otro modelo ve la conciencia como idéntica a los procesos cerebrales, actividad cerebral – experiencia de conciencia y C) se admite que la conciencia no puede reducirse a la función cerebral; pero creen que el progreso del materialismo científico en algún momento demostrará que siempre así es.

Por fortuna no todos los neurocientíficos comparten el paradigma materialista y sostienen que la mente no es ordenador, sino que el cerebro es el mensajero de la conciencia, (Eccles, 1988) y el primer gran médico histórico, Hipócrates decía que el cerebro en movimiento es sólo el intérprete de la consciencia (Van Lommel, 2013). En el mismo sentido Roger Penrose (matemático y físico) afirma que la consciencia no puede localizarse en el cerebro, pues por mera teoría, se sabe que el cerebro es incapaz de generarla; puede posibilitarla, pero no producirla; la experiencia de una realidad subjetiva proviene de otro campo.

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En la misma tónica están los neurocientíficos con Nobel como John C. Eccles y Charles S. Sherrington, el neurocirujano Wilder Penfield, quien opina que el cerebro registra y transmite la consciencia, igual que el neurocientífico M. Beauregard, autor de The spiritual brain (Van Lommel, 2013).

La teoría de la Latticce del neurofisiólogo mexicano Jacobo Grinberg Zylberbaum es pionera en este campo, pues él sostiene que el cerebro, con sus 1000 millones de neuronas conectadas por miles de sinapsis que tiene cada una; donde sentimientos y pensamientos no dependen de un solo punto activo del cerebro, sino que requieren de una red multicéntrica funcional; donde la red neuronal (latticce cerebral) se conecta con la red del universo (latticce cósmica), es en tal conjunción e interacción donde se genera la consciencia personal (Grinberg, 1990; Bella Atie y Valle, 2018)

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CONCLUSIONES

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Las líneas argumentativas de los 2 paradigmas cognitivos de la ciencia: el materialista y el de la consciencia, que están marcando la ruta crítica de la ciencia del siglo XXI, parten de igual manera, de líneas de razonamiento paralelas, que no se tocan; el primero de la filosofía positivista de 1832 (Comte) y el segundo de la filosofía dialéctica negativa culminada en 1831 (con la muerte de G.W. F. Hegel).

Parece cada vez menos probable que el paradigma materialista de las neurociencias se imponga como verdad, aunque lo ha hecho como ideología corporativa; no solo porque la parte cuantificable del funcionamiento cerebral no nos diga nada acerca del contenido de pensamientos y emociones, sino también porque la conciencia es capaz de modificar anatomía y funciones cerebrales. (neuroplasticidad, efecto placebo/nocebo) y por las pruebas de que la consciencia puede experimentarse aun sin funcionamiento cerebral.

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La física cuántica ha aportado el principio de “no-localidad”, la idea de la comunicación sin señales, la cual presenta una evolución de las representaciones sutiles de la consciencia posible en el mundo, como la experiencia de las sensaciones (gradación gruesa), sentimientos (fina), pensamientos (sutil) e intuición (supersutil). Son representaciones evolutivas del significado de la realidad; donde lo supramental, se experimenta, no como medición sino como intuición.

Solo el segundo paradigma, el de la consciencia, nos conduce al verdadero significado y propósito de la vida: el desarrollo del alma mediante la exploración de la consciencia, ese conocimiento claro y reflexivo de la realidad, esa capacidad de reconocimiento del sujeto que permite sentirse presente y ser parte de una realidad más amplia que los objetos; para experimentar vivencialmente los valores trascendentes y arquetípicos de los que Platón hablaba: amor, belleza, justicia, verdad, bondad, plenitud y paz; objetivo último de la evolución humana.

Única posibilidad de mover nuestra práctica educativa, docente y axiológica con un criterio ético efectivo, preguntándonos: el acto que quiero realizar, la experiencia a elegir: ¿me acerca a lo íntegro o me fragmentará?  Ello nos sintoniza o nos aleja de la consciencia sagrada de nuestro ser superior viviente.

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Los malestares psíquicos y físicos que el materialismo científico pretende anestesiar, en muchas ocasiones representan un tipo de crisis, de desequilibrio vivencial, para poner al ego de rodillas e iniciar un proceso de búsqueda de esa verdad; pues una profunda desdicha supone un punto de inflexión: ¿Por qué permito que la separatividad, la fragmentación y la alineación existencial dirijan mi vida?, ¿Por qué intento taponear el agujero negro de la separación con un estilo consumista y de enajenación materialista de vida? Sólo dentro del nuevo paradigma cognitivo de la consciencia encontraremos la respuesta.

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REFERENCIAS

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